Una de las vocaciones más importantes de las universidades es la formación de líderes, aunque algunas de ellas, como de la que yo vengo, tienen la necesidad de identificar a aquellos jóvenes que emanan este espíritu emprendedor. Buscan la forma de dirigirlos hacia lo que entendemos acá como emprendimiento: tener la pasión para encontrar soluciones innovadoras que generen valor, tanto económico y social, como ambiental.
Aunado a esto encontramos que las nuevas generaciones de jóvenes tienen diferentes formas de pensar, no solo por ser millennials, sino también porque al vivir en tiempos en que una gran cantidad de información se encuentra a solo un clic de distancia, les permite, bajo la dirección correcta, tener la capacidad de plantear soluciones de valor hacia prácticamente cualquier problemática que se les genere o que detecten y, al mismo tiempo, las herramientas para involucrarse en estas soluciones de forma relativamente sencilla y significativa.
La universidad ha seguido modelos tradicionales de enseñanza – aprendizaje en los que las figuras de «profesor conferencista» y «alumnos audiencia» han permanecido por años. Tenemos en todo el mundo modelos de enseñanza de siglos pasados para alumnos de siglos actuales, quienes viven una realidad muy distinta y buscan involucrarse de forma diferente en el aprendizaje.
Es por eso que soy un convencido desde mi vivencia personal, emprendiendo primeramente y luego enseñando a emprender, de que la mejor forma de identificar oportunidades, aprender a resolver problemas y a hacer negocios, es, efectivamente, haciéndolos. Se debe involucrar a los estudiantes en el proceso de aprendizaje, de tal manera que ellos sean los que se estén enfrentando día a día con la realidad y se identifiquen con la creación de soluciones directamente enfocadas a lo que la comunidad necesita.
Aquí es donde veo muy claramente porqué los programas educativos universitarios que contemplan vivencias reales de creación de empresas, en los que los alumnos estudian y practican para graduarse conformando una empresa propia, generan excelentes resultados, además de un valor extremadamente alto percibido por el alumno.
¿A cuántos empresarios no les ha costado trabajo poder comenzar su negocio? ¿Cuántos errores tiene que cometer un emprendedor, sin tener apoyo, para poder llegar al éxito? Definitivamente estoy seguro de que el equivocarse y aprender de forma continua y rápida al momento de hacer negocios, es fundamental para que los emprendedores encuentren su razón de ser en el mundo empresarial, es decir, para que conozcan el problema que le están resolviendo a los posibles clientes, motivo por el cual su emprendimiento existirá. De esta forma la empresa será capaz de captar en ingresos, ya sea mediante dinero líquido; likes o me gusta; apoyo financiero; votos; involucramiento; beneficios; intenciones o de cualquier otra forma de monetización, el valor que está creando y transmitiendo a estos clientes o beneficiarios.
Cuestiones como estas indican que el mejor momento para que una persona emprenda hoy en día, en este mundo de nuevas formas de pensar y nuevos modelos económicos, es mientras está estudiando, cuando se tienen menos responsabilidades (guardando el respeto que me merecen los estudiantes y su ardua labor). Si bien muchos estudiantes poseen empleos de alguna índole mientras estudian, para aportar a la economía de sus hogares o para mantenerse, existen otros que no tienen esta responsabilidad. Además, una vez terminado el proceso de ser estudiante universitario, la necesidad de sustentarse y crecer económicamente, eventualmente comenzar una familia y apoyar a sus cada vez más envejecidos padres, inducen a las personas a buscar trabajos estables, a generar una aversión al riesgo mucho mayor que la que ya como cultura tenemos y a vivir en una zona de confort, a no aventurarse para crecer económicamente. El miedo al fracaso indudablemente les afectará, no solo a ellos sino a los que están a su alrededor.
El estudiante, si está en un programa que lo impulsa a emprender, donde se fomenta el hecho de que realmente emprenda, tiene la ventaja de recibir el apoyo necesario y de poder acercarse continuamente a los actores correctos mientras está creando; puede experimentar protegido; arriesgarse de manera más segura y aprender más rápido de los errores. Si bien estos errores también existirán, la universidad demanda plazos más cortos en dar resultados, y el estar recibiendo consejos diarios hará que las soluciones lleguen más rápido y los fracasos sean menos significativos, lo que les servirá para mejorar los modelos de negocios. Con base en estas prácticas hemos visto resultados muy interesantes en México, particularmente en la Licenciatura en Creación y Desarrollo de Empresas del Tec de Monterrey en Guadalajara, con más de 180 alumnos graduados y cerca de 150 empresas creadas, muchas de alto impacto en términos de escalamiento y potencial de mercado, entre otras métricas.
En el resto de países, ejemplos de esto tenemos muchísimos. Desde hace ya varios años, empresas dominantes como Apple, Microsoft, Google y Facebook, han sido creadas por jóvenes en etapa universitaria. Allí detectan estas oportunidades y deciden arriesgarse a cambiar el mundo, y lo están haciendo.
Así que tenemos dos retos aquí: que las universidades puedan encontrar la forma de cambiar sus modelos para ofrecer programas de esta índole, enfocados a crear emprendedores y empresas que cambien el mundo y, por otro lado, que los estudiantes se convenzan de que si no es ahora, probablemente no será nunca.