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Formación y emprendimiento, un binomio necesario

La sociedad actual nos ofrece retos cada vez más complejos: la información circula a gran velocidad, los viejos paradigmas no paran de evolucionar y el escenario en el que interactuamos es absolutamente global. En el marco de este entorno tan cambiante y lleno de oportunidades, la formación se ha convertido en un factor imprescindible para el desarrollo profesional y empresarial. Lo es especialmente en un sector, el del emprendimiento, que se encuentra estrechamente conectado con la generación de ideas, la detección de tendencias y la innovación. El binomio «aprender y emprender» ha pasado de ser un simple lema a un requisito imprescindible para todos aquellos que deseen sacar adelante un proyecto empresarial.

Las estadísticas demuestran que no siempre se ha otorgado a la formación la importancia que merece. En este sentido, no hay que perder de vista los últimos datos del Eurostat (Oficina Europea de Estadística): el organismo europeo estima que un 37 % de los emprendedores españoles -incluyendo en esta categoría a directivos, empresarios y autónomos- han cursado solamente la enseñanza obligatoria, una cifra muy superior al 18 % de la media europea, mientras que los emprendedores con estudios superiores representan solo el 41 % en España. Por esta razón resulta tan necesario insistir en la necesidad de formarse y también de poder acceder a programas formativos de calidad, flexibles y adaptados al actual ecosistema económico.

Todos los estudios demuestran que una buena formación -tanto en aspectos teóricos como prácticos- es decisiva a la hora de encontrar empleo y que, en el caso de los emprendedores, es determinante para lanzar negocios que sean competitivos y sostenibles en el tiempo. Sin unas ciertas habilidades y conocimientos en el campo del emprendimiento resulta mucho más complicado prolongar los proyectos más allá de los cinco años de vida, el plazo estándar en el que se estima que puede valorarse la viabilidad de un proyecto.

Para entender el nivel de formación de los actuales emprendedores debemos analizar, incluso, lo que sucede en la educación primaria y secundaria.  Según un informe elaborado por Eurydice bajo el título La educación para el emprendimiento en los centros educativos de Europa, solo un 23 % de las personas entrevistadas en los diferentes países de la Unión Europea afirma haber participado en alguna actividad o curso relacionado con el emprendimiento durante su etapa de escolarización primaria, secundaria y de formación profesional. Unas cifras que este mismo informe califica de «generalmente bajas» y que hacen que muchos jóvenes lleguen a la etapa universitaria con unas competencias bastantes limitadas en lo que respecta a emprendimiento: «La educación para el emprendimiento es esencial no solo para forjar la mentalidad de los jóvenes sino para proporcionar las competencias, conocimientos y actitudes básicas para el desarrollo de una cultura del emprendimiento», asegura el estudio. En este sentido, España se sitúa en la media europea, pero lejos de países como Finlandia u Holanda, donde casi un 40 % de encuestados afirma haber recibido nociones básicas de emprendimiento durante su escolarización.

Pero, ¿cómo debe ser la formación del siglo XXI cuando hablamos de emprendimiento? De la misma manera que el ecosistema económico actual no tiene nada que ver con el de hace veinte años, la formación tampoco puede desarrollarse limitándose a repetir los esquemas académicos del siglo pasado. El ecosistema emprendedor, tan pendiente del cambio y de la innovación, reclama una formación más flexible, tanto en lo que se refiere a los conocimientos como a las metodologías de aprendizaje. Los tiempos en que la formación y la iniciativa emprendedora correspondían a etapas vitales independientes, por ejemplo, ya se acabaron. Hoy en día, el emprendedor reclama una formación constante para estar completamente conectado con su realidad y con los clientes potenciales. Conceptos como el Lean Startup apuestan por aprender mientras se emprende: de esta manera los límites entre formación y actividad emprendedora quedan difuminados, ya que ambas actividades se retroalimentan. Una tendencia que ha favorecido las sinergias entre ámbitos históricamente distantes como la universidad y la empresa, ahora cada vez más entrelazados.

Los emprendedores también reclaman programas formativos que puedan adaptarse mejor a sus necesidades: másteres y posgrados online o semipresenciales que les permitan compaginar su actividad laboral, su carrera académica y su vida personal; cursos intensivos en los que puedan adquirir gran cantidad de conocimientos en un espacio de tiempo reducido; conferencias inspiradoras y de temáticas transversales; talleres que ofrezcan conocimientos prácticos sobre cuestiones concretas; sesiones de networking en las que se aprende intercambiando experiencias y generando contactos… Afortunadamente, la tecnología permite vehicular todos estos programas de manera que sean más efectivos, y la amplia variedad de alternativas formativas -en cuanto a temática, duración, metodología, coste…- hace que cualquier emprendedor, independientemente de su situación laboral o personal, pueda invertir en formación. Es decir, en su futuro.

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